miércoles, 16 de abril de 2014

El camino de los alemanes a Compostela (y II)

Nuevo reportaje de Rafael Lema sobre los alemanes y el Camino de Santiago.




Rafael Lema


En fin, para mi el mundo de la peregrinación alemana es de gran interés, y bastante desconocido. Estos peregrinos nos han dejado muchos ritos, relatos, tradiciones incorporadas al gran saco común de los mitos del Camino, y beben en las fuentes de las primeras grandes peregrinaciones milenarias de los europeos, aquellas que buscaban el occidente, los finisterres atlánticos. 


La primera noticia de un milagro operado por intercesión de Santiago en territorio alemán se halla en un manuscrito de finales del s. X, De miraculis et virtutibus beati Marci evangelistae, del monasterio de Reichenau, en el lago de Constanza. Un clérigo ciego e imposibilitado de todos los miembros, es curado de su ceguera en Compostela, sigue un largo peregrinar por otros santuarios en donde es curado de varios miembros, y llega finalmente a Reichenau en donde duda de que el cuerpo del evangelista san Marcos repose allí, pues afirma haberlo visto en la basílica de Alejandría. En castigo por su incredulidad mientras oraba recibe una bofetada del mártir. Al levantarse se le cura una mano paralítica.


Monasterio de Reichenau


En este relato vemos una relación temprana entre este monasterio y Galicia. Reichenau fue fundado por san Pirminio, oriúndo de España, que con 40 monjes y 50 libros se presentó a orillas del Rhin alrededor del año 720, huyendo de una España que acababa de ser ocupada por los musulmanes. Carlos Martel, vencedor de los árabes en suelo francés protegió la fundación. Murió en el año 754, y entre los libros que llevaba estaba De correctione rusticorum de san Martín de Braga, el apóstol de los suevos galaicos. Pirminio pues conocía la lucha del norte peninsular contra la invasión, y mantendría contactos con la acorralada Iglesia hispana y el incipiente adopcionismo de los cristianos en suelo ocupado, en una batalla similar a la de san Martín contra el paganismo y Prisciliano. Según Ferreiro, “es muy verosímil que s. Pirminio supiese del primer intento de culto al Apóstol Santiago a raíz de la invasión, quizá ya en el momento de su huída de España, y por consiguiente fuese el propio s. Pirminio su iniciador en el Bodensee, el Mediterráneo alemán”.



Ferreiro no obstante incide en lo que yo creo, al igual que Plötz, Pérez de Urbel o Sánchez Albornoz, que el primer documento que nos habla del culto jacobeo, el himno O Dei verbum, es obra de Beato de Liébana. Dice Plötz al respecto que fue Beato “quien preparó la atmósfera para el descubrimiento del sepulcro y sentó los fundamentos para el culto de Santiago en España”. 

Una frase que yo no destacaría en cursiva sino en letra púrpura indisoluble. Purple rain, purple rain. 




En estos vínculos, en Reichenau se conserva el manuscrito más antiguo de una obra como la Salve Regina del gallego san Pedro de Mezonzo, obispo compostelano que sufrió la acometida de Almanzor y reedificó Compostela de sus cenizas. Ferreiro ve ecos de la Salve en el famoso canto de peregrinos Ultreya, posiblemente un himno de caminantes de lengua germánica, como parecen demostrar palabras como herru o guot (herr, got). Reichenau mantuvo contactos con el monasterio compostelano de san Paio de Antealtares, primeros custodios de la tumba; y el monje y sabio Hermann el Paralítico, pariente de los condes de Vering, tuvo acceso a los libros árabes del monasterio de Ripoll, como el opúsculo para la construcción y uso del astrolabio planisférico. 



Los nazis buscaron de nuevo en este cenobio catalán esta memoria en sus oscuras misiones en su moderna fábrica o localización de mitos. El motivo de emparentar Compostela con Reichenau no es ajeno a la importancia que se le atribuía a ambos centros por ser depósito de las reliquias de dos apóstoles, Marcos y Jacobo. Los monjes alemanes querían crear un gran santuario tan importante como el ya reconocido templo gallego, lo que demuestra la difusión del culto jacobeo. Las peregrinaciones fueron patrocinadas por Cluny, agradecida por la ayuda económica dada por el monarca castellano Alfonso VI (1065-1109). El monje suabo Bernoldo, muerto en el año 1100 en el monasterio de Schafhausen, alaba la lucha del citado monarca contra los árabes y su valiosa aportación a la construcción de la iglesia de Cluny (con dinero del botín capturado a los moros). 



San Hugo de Cluny


San Hugo, abad de Cluny, muerto el mismo año que Alfonso VI (1109) fue un eficaz protector de los viajes a Compostela y a él se debe la fama del milagro del peregrino que por seducción del diablo se suicida cortándose los genitales y por intercesión de María y del apóstol volvió a la vida. La difusión de este milagro es una muestra al mismo tiempo de los canales por donde se extiende el culto jacobeo. San Anselmo de Canterbury (1033-1109) pudo escucharlo siendo ya monje en el monasterio normando de Bec, en Brionne, y llevarlo a Inglaterra. Guibert, abad de Nogent-sous Concy, en Laon, 20 años más joven que Anselmo, escribe otra versión del milagro; y el salertiano Gauferio, de Monte Casino, lo versificó en una versión posiblemente más antigua, de finales del s.XI. Hugo de saint Victor por las mismas fechas difunde una versión paralela. 



El Calixtino recoge la de Guibert-san Anselmo y así llegará luego a Berceo, a Alfonso X. En la mención de monasterios y del origen del protagonista del relato vemos al mismo tiempo el interés de los autores por destacar o eludir, enfocar, lo que mandan sus patrones. Esta corriente informativa, esta línea de trabajo y propaganda sirve para explicar la difusión del mito jacobeo. Creación culta, monacal y aristocrática. Y detrás de la cruz y la espada, va el pueblo. Sobre todo si en la base hay una pervivencia ancestral, mítica. Como sucede con los grandes santuarios asentados sobre viejos cultos (Muxía, Guadalupe, Villasirga, Monserrat, Covadonga).




Relacionado desde sus inicios con Reichenau está el monasterio de Todos los Santos en Schaffhausen, fundado por Everardo el Beato, de Nellenburg, emparentado con Hermann el Paralítico, y con santa Cunigunda, esposa del emperador Enrique II el Santo. El emperador Enrique III y el papa san León X, que presenciaron la edificación del monasterio, eran parientes de su fundador. Everardo, tras la consagración del mismo en 1064, en 1072 viaja a Compostela con su esposa Ita. Al igual que en Galicia, vemos familias nobles de sangre real vinculadas a la fundación monacal. El monacato en Galicia nace de la misma forma, con el apoyo de la casa de Traba, por ejemplo, de la aristocracia emparentada con la monarquía astur. 


La segunda iglesia de este cenobio tiene motivos jacobeos fechados en el año 1300 y entre la reseña de reliquias depositadas en su tesoro se cuenta una de nuestro Santiago, Jacobi, filii Zabedei. Datos que confirman que la relación con Compostela iniciada por los fundadores siguió manteniéndose viva mucho tiempo después. En los relatos de peregrinos jacobeos de su biblioteca, no sólo comprobamos esta relación, sino también los conflictos entre monasterios rivales, como las tensiones con el de Stein.


En el Libro de los Fundadores de Todos los Santos, de comienzos del s.XIII se nos relata que yendo un día el fundador Everardo a caballo se encontró con uno de sus antiguos vasallos, el caballero Manegoldo, que se había hecho monje en el monasterio de Stein am Rhein, pero desorientado por el régimen de vida de aquel cenobio decidió abandonarlo. Everardo desaprobó esta acción y le pidió que por la salvación de su alma volviese a la vida monacal. Manegoldo decidió reconducir su vida pero no en Stein sino en Schaffhausen. 


Tras su entrada, al poco murió, y una noche se le apareció a Everardo, declarándole que efectivamente se había librado de las penas del infierno, pero por su demora en abandonar el mundo se veía obligado a sufrir las penas del purgatorio. Everardo, como su señor, debía velar por su vasallo en la vida ultraterrena, por lo que ordenó celebrar misas diarias por el alma de su súbdito, inició junto a su mujer una vida ascética y finalmente ambos resolvieron marchar en peregrinación a Compostela, acompañados de numeroso séquito y un capellán que les decía misa en todos los albergues en donde se hospedaban. Al regreso se les apareció de nuevo Manegoldo, con semblante risueño y les dijo que en virtud de sus oraciones había sido admitido en la eterna comunidad de los santos. 


Códice Calixtino



En fin, el Códice Calixtino fue muy difundido en Alemania en el s.XIII, y sus referencias aparecen en la obra de Hugo de Trimberg, como en De Renner (El corcel), muy crítico con los malos hospederos, los falsos peregrinos que se cuelgan numerosas conchas con intención comercial, y la picaresca del Camino, causa de peligros para el cuerpo y el alma del caminante que se ve libre de las restricciones de su círculo habitual. 


El santuario de Santa María de Einsiedeln, en el cantón suizo de Schwyz, al sur del lago de Zurcí, se remonta al s. IX, cuando el monje de Reichenau, Meinrad, se retiró a este paraje como eremita. Benno, canónigo de Strasburgo, y su pariente Everardo, descendiente de los condes de Nellenburg, lo restauraron, y en el s.X el monasterio se hizo famoso bajo la regla de san Benito. Aquí comenzaba la ruta de los peregrinos descrita en su guía por Hermann von Küning, la Oberstrasse. Las peregrinaciones organizadas por cofradías santiaguistas suizas y alemanas pasando por este lugar fueron frecuentes desde toda la Edad Media hasta la Reforma y en muchos casos llevaban consigo otros motivos no sólo de penitencia y religiosidad. 



Un minorita alemán ya en el s. XIII atacó todas las visitas a santuarios, incluidos Jerusalén, Roma y Compostela, como estériles, si no iban seguidas de una verdadera conversión. Acabar con las peregrinaciones fue una de las premisas de humanistas y predicadores reformistas en la zona rética, como vemos en las canciones de Juan Zimmermann, muerto de la peste en Basilea en 1526; o en los cantos del engandino Ulrich Campell, como en el lied Chivoul indürer granda fadigia (1562), que se debía entonar según la melodía del Jacobslied medieval, que cantaban los peregrinos alemanes que iban a Compostela, pero que es una dura y evidente parodia de éste. Las críticas a la marcha jacobea de teólogos como Geiler, Murner o Heidegger, desde la Reforma, muestran lo arraigadas que estaban entre el pueblo en la Suiza alemana y rética, en una zona de innumerables iglesias bajo la advocación de Santiago.




En su Viaje a Italia, Goethe describe el 7 de septiembre de 1786, como una niña de 11 años que acompañaba a su padre arpista y a la que recogió en su coche le cuenta que había ido en peregrinación con su madre a pie a Einsielden y cuando las dos se proponían hacer juntas el gran viaje a Santiago de Compostela la muerte le arrebató a su madre sin poder cumplir la promesa. Goethe además recoge en su obra la memoria de la tradición jacobea de su ciudad, Francfurt, en donde uno de los lugares más conocidos era el edificio del Compostela, das Kompostell. Este antiguo hospital de peregrinos fue en sus inicios una mansión de la orden Teutónica, documentada ya en 1219, y con una iglesia enfrente dedicada a Santa María y Santiago. Años atrás la orden tenía una encomienda a la otra orilla del río Meno, en el barrio de Sachsenhausen, de la que dependía dicho hospital. En Alemania con el nombre de kompostell se designarán los albergues de peregrinos.




Glorias de las letras germanas del Romanticismo y la Edad Contemporánea conocen y utilizan las viejas canciones de peregrinos jacobeos y las leyendas, como Ángelus Silesius, Clemens Brentano, L. Achim von Arnim y Ludwing Uhland. Este último transporta al Finisterre galaico leyendas del Tegernsee, como “Auf Galicien Felsenstrande”. El finisterre aparece como culminación del Camino, es el Elend (lo extraño, oscuro, desconocido) en contraposición a lo cercano, la patria luminosa. Finisterre es el Abendland, el occidente misterioso, el reino de la noche enfrente al océano. El país de la estrella oscura, el finstern. En todos estos conceptos se ve la influencia del Jacobslied, cantos de peregrinos jacobeos de los siglos XIV y XV, recopilados en su colección de viejos lied alemanes por Arnim y Brentano desde 1806. 


Lutero arremeterá contra el culto a las reliquias y las peregrinaciones, citando expresamente a Santiago y a la Virgen que se venera en Finisterre, la que Ulhand en 1805 hermana con la ermita románica de Wurmlinger, entre la evangélica Tubinga y la católica Rottenburg, sobre un monte de 457 metros con vistas a los valles del Ammer y el Neckar. Lutero llama al mal predicador, con un término jacobita, “Jäckel”. 



Muchas leyendas y milagros del Camino tienen un origen germánico. Uno de los más famosos cuentos (contiños, como diría mi sobrino) es el del joven alemán ahorcado que relata el Calixtino. En el s.XIII lo recogen también Helinando de Frodmont, Jacobo de Vorágine o Vicente de Beauvais en su Speculum historiale, una especie de Historia universal que llega hasta 1250. 


Un ciudadano de Utrecht en compañía de su padre marcha de peregrinación a Santiago. Un mesonero acusó al padre de hurto, el juez lo sentencia a la horca, el hijo intercede y así el juez absuelve al padre pero hace colgar al hijo. El padre sigue hasta Santiago con el resto de los peregrinos y pide la salvación de su hijo al apóstol. En el retorno ve el cuerpo de éste colgado aún, acude a descolgarlo para darle sepultura pero el hijo le habla. Está vivo. Ante este milagro, los dos emprenden viaje a Compostela. Este relato tendrá numerosas versiones.


 En una de ellas el juez al conocer el milagro mientras se dispone a comer dos gallinas ya preparadas dice que “eso es tan verdad como si estas dos gallinas estuviesen aún vivas”. Y en estas, las dos gallinas salieron volando. Es esta una de las más populares leyendas del Camino, atribuida posteriormente a santo Domingo de la Calzada. Un testimonio iconográfico del milagro se halla en el portal románico de San Leonardo de Francfort, iglesia inicialmente bajo la advocación de Santa María y san Jorge, patronos de la orden Teutónica. El tempo fue fundado en 1219, el año que llegaron a la ciudad los representantes españoles enviados por la reina doña Berenguela para recoger a doña Beatriz de Suabia, hija del staufen Felipe, Rey de Romanos, prometida de su hijo, el infante castellano Fernando. La boda se celebró en Burgos el 30 de noviembre de ese año, que marcará unas relaciones entre Castilla y Alemania muy intensas.

La citada Orden recibió en 1222 de manos de doña Beatriz la concesión para el asentamiento de una encomienda en Mota del Marqués. Caballeros teutónicos acompañaron a la princesa suaba a sus desposorios y también el Gran Maestre Hermann von Salza, en su visita a las casas de la orden en el sur.

De mismo modo, en el 1223, el abad cisterciense del monasterio de San Pedro de Gumiel de Izán, y jefe espiritual de la orden de Calatrava, es enviado por Fernando III a Colonia a la corte del arzobispo Engelberto, por “asuntos de su reino”. El arzobispo alemán y el emperador Federico II llevaban las riendas del Imperio.

Tras recoger gran cantidad de reliquias en muchas iglesias de Colonia se dirigió al monasterio de Reinfeld, cerca de Lübeck, luego a Danzig, a visitar un destacamento de caballeros calatravos que luchaban al lado de los teutónicos en Tymau, cerca del Vístula. Los teutónicos por su parte recibirán en el 1231 de manos del rey castellano la donación de Higares, cerca de Toledo y se apuntarán a las campañas militares por Andalucía, que culmina con la toma de Córdoba, Jaén, Carmona y Sevilla. En estas nuevas tierras, la orden recibirá muchos repartos por su inestimable ayuda.




Investigadores de la talla de J. G. Batton o Kurt Forstreuter estudiaron las relaciones mutuas de España y Alemania en el s.XII y el papel de los teutónicos en los paises mediterráneos. Fostreuter reconoce el papel de España como flanco occidental de operaciones contra el Islam y que nuestro país sirvió de modelo para la empresa llevada a cabo por los teutónicos en Prusia. Caballeros españoles participaron en estas campañas en el este, bajo el auspicio del Císter. En 1224 en un documento de privilegios concedidos al monasterio de Oliva tenemos la noticia de un maestro llamado Florencio y de los hermanos calatravos Conrado, Herbordo y Magno, “fratum Calatraviensium”, en Tymau, en Pomerania, cerca de la frontera de la Prusia pagana. La orden de Calatrava fue confirmada por el papa Alejandro III bajo la regla del Císter, que poseía en Pomerania el famoso monastero de Oliva, cerca de Danzig. Allí hay un camposanto con el nombre de Santiago, que puede recordar a los peregrinos bálticos, pero es más que probable que honre la memoria de estos calatravos que cayeron luchando en el Vístula al lado de los teutónicos hacia el año 1224, o los martirizados en Danzig por los prusianos en esa misma fecha, la de la destrucción del monasterio de Oliva, una especie de fort bravo en la marca oriental de la cristiandad, y base de la gran penetración tudesca que dio lugar al nacimiento del estado de Prusia.

Ferreiro Alemparte no duda que “La fama de Santiago como excelso defensor de la fe frente a la amenaza casi permanente del islam se divulgó con increíble eficacia y rapidez por Francia y Alemania, llegando hasta los pueblos del norte, cuyas sagas designan a nuestro país con el nombre de Jakobsland”. Una eficacia y laboriosidad cisterciense. Ora et labora. Con el apoyo en este caso de los caballeros monjes, bellatores et oratores




El hito decisivo en la vinculación de las casas gobernantes de Castilla y Alemania lo marca el año 1212, fecha de la elección de Federico II en Francfurt, y fecha de la gran victoria de Las Navas de Tolosa contra los moros hispanos, de gran resonancia en toda la cristiandad. Tuvo que producirse entonces una corriente en ambos pueblos de euforia. Dios está con nosotros. Por las faltas y pecados de los hispanos, de los reyes y nobles visigodos, había llegado la invasión árabe, que ahora cedía. Los soldados de Cristo avanzaban, atacaban. No fue el único hecho de este vínculo entre las dos culturas. Los antecedentes vienen muy de atrás, una sobrina de Barbaroja, Richilda de Babemberg, se había esposado en 1152 con el emperador Alfonso VII, ahijado del arzobispo Gelmírez y del conde de Traba. Con ella llegaron otras damas alemanas y así la condesa de Elemburg se casó con Gómez García de Aza en 1198, hermano de doña Juana de Aza, madre de santo Domingo de Guzmán. La madre de Fernando III, doña Berenguela, había sido prometida a un hijo de Barbarroja, Conrado de Suabia, pero no se llevó a cabo la boda. La primera mujer de Federico II fue una aragonesa, doña Constanza, hermana de Jaime I el Conquistador, muerta en 1222. En 1228 la orden Teutónica se estableció en Montpellier, que pertenecía a la Corona de Aragón. Los reyes de Castilla emparentaron con los Staufen, Fernando III se casó en 1219 con Beatriz de Suabia, nieta de Barbarroja, cono hemos citado ya antes. De este matrimonio nació Alfonso X el Sabio, que fue elegido Rex Romanorum el 1 de abril de 1257 en Francfurt, gracias al oro del moro, aunque no llegó a ser coronado. Como dice Ferreiro Alemparte “Las relaciones de España y Alemania mantenidas y fomentadas por los cistercienses a través de las órdenes militares alcanzaron su mayor consolidación con el enlace matrimonial de Beatriz de Suabia con Fernando III”. 




Citamos unos párrafos antes la visita del jefe espiritual de los calatravos en 1223 a Alemania, enviado por el rey castellano, y su acopio de reliquias en Colonia. Vemos aquí la evidencia de uno de los ingresos de capital de estas órdenes, el trasiego y mercadeo de reliquias, muchas traídas por los teutónicos de Tierra Santa en sus cruzadas, como la de 1189, cuando llega a Compostela una flota de cuatro naves de Colonia que se unen a cruzados de Lieja, Frisia, Flandes y Dinamarca. 60 naves con más de 10.000 guerreros del norte. La Chronica regia Coloniensis habla del rumor de que los cruzados querían llevarse la cabeza del apóstol que dio lugar a la oposición por parte de los gallegos, con algunos muertos en la refriega, pero la intercesión de algunos barones de peso apaciguó el tumulto. Entre estos hombres de peso por parte gallega estarían los más influyentes, de la casa de Traba, también cruzados templarios, benefactores del Santo Sepulcro, y que se supone dejaron a vástagos o vasallos embarcarse en esta armada con los tudescos a luchar en Tierra Santa. El temor a las rapiñas de los colonienses estaba justificado ya que 25 años antes habían robado de Milán las reliquias de los Reyes Magos. Ya desde tiempos del arzobispo de Colonia, san Annon, enterrado en la abadía benedictina de Sieburg en el 1075, se vislumbra la rivalidad entre esta ciudad y Compostela, como santuarios de afluencia de peregrinos. 


Es curiosa la existencia de reliquias de Santiago en el prestigioso monasterio de Schaffhausen. ¿Estaban allí antes de esta visita armada?


Pero las crónicas de su tiempo dan fe de las masivas salidas de romeros de esa zona alemana a Compostela en los siglos XI-XII. Detrás de cada intento de crear un santuario en Alemania está siempre la mención a Compostela como ejemplo a seguir. Así el monje cisterciense Alberico de Troisfontaines en 1241 dice que los peregrinos que acudían al sepulcro de santa Isabel en Marburgo (1207-1231) eran tan numerosos que se podían comparar con los que iban a la casa del apóstol Santiago en Galicia.



En la exhumación de los restos de la santa en 1336, canonizada por el papa Gegorio IX, Federico II tomó en sus manos la cabeza de la difunta y le colocó una corona de oro. Sin duda esta crónica de la santa de la Vita et Sermo de translatione beate Elisabeth de Cesario de Hesterbach, sirvió de base en la leyenda de otra reina después de muerta, la gallega y tocaya Inés de Castro, condenada por asuntos de estado en la corte portuguesa un siglo más tarde. Esta hidalga de la casa de Lemos, es el mayor aporte galaico a la iconografía de la literatura europea, y actualmente un monumento de connotaciones divinas en la voz de Cecilia Bartoli cantando la ópera Inés de Castro, de Giuseppe Persiani.




Otra cuestión digna de análisis es el afán de los europeos por la cabeza del Santo Patrón, un descabezado, como vimos en la visita armada de los cruzados alemanes. Y de hecho, Lieja, Pistoia y el monasterio suizo de Schaffhausen, por mediación de Cluny, consiguieron partes de la misma para sus relicarios. La reina Urraca regala a Gelmírez la cabeza de Santiago el Menor, sacada del monasterio de San Zoilo de Carrión pese a la oposición de los hidalgos locales. Son dos personajes antagónicos, en constante lucha, Gelmírez y Urraca, pero en distintas épocas Cluny los reconcilia. Ya Beato llamaba al apóstol “cabeza refulgente de España, defensor poderoso y patrono especialísimo”. Es como invocar el ojo mágico de un tuerto. En la leyenda, tan similar a la del apóstol, de la translatio francesa de la Magdalena, se cuenta que la cabeza de la santa se halla en San Maximino de Marsella, y otras partes de su cuerpo en Vezelay. 



Poco se respetaban las reliquias. Se abrían tumbas sagradas en los templos, se sacaban trozos y se repartían a mansalva. Pero hoy es sacrilegio investigarlas. En otra leyenda, la del sacerdote sajón ciego que recibió la vista al rezar en el lugar en donde fue inmolado el arzobispo de Colonia, Engelberto, en una emboscada, incidimos en el afán de los autores del relato por hacer de Colonia un gran santuario nacional en competencia con Compostela. El texto dice que el sacerdote en 1226 recibió la luz de sus ojos y sin ayuda de lazarillo visitó Solingen, Greverode, la casa de los apóstoles Pedro y Pablo en Roma y la del apóstol Santiago en Compostela, colofón de sus viajes, divulgando por todas partes la gloria del mártir Engelberto. El citado arzobispo, del linaje de los condes de Berg y vicario del Imperio por decisión de Federico II, cayó víctima de una emboscada la noche del 7 de noviembre de 1225 en Gelsberg, en Nord-Rhein, Westfalia, tendida por los sicarios de su primo de segundo grado el conde Federico de Isenberg. La muerte fue aprovechada políticamente para hacer del prelado un santo nacional alemán a semejanza de Tomás Becket en Inglaterra, asesinado en 1170.




Leyenda famosa en Alemania es la maravillosa historia de la bienaventurada Hildegundis, que se hizo pasar por hombre, se hizo novicia en Schonau, y sólo al final de su vida se descubrió que era una mujer. Se recogen leyendas de vinculación jacobea, como el milagro de las gallinas y el alemán ahorcado, en el relato de su azarosa vida, trascurrida en tiempos de la cruzada de Federico I Barbarroja, muerto al cruzar el río Saleph en Asia Menor en 1190. Aunque la motivación son las peregrinaciones a Tierra Santa antes de la conquista de Jerusalén por Saladino, el núcleo legendario no es más que una transposición casi literal del milagro del joven alemán según el Calixtino, en una apropiación cisterciense de la historia que revela una nueva mentalidad religiosa opuesta a la tradicional benedictina.



En esta vinculación religiosa, bélica y política de Castilla y Alemania no podemos olvidar la lucha entre el papado y el emperador alemán, hombre fuerte de Europa en la época dorada de la expansión del fenómeno jacobeo. En este marco, hay un plan trazado por el emperador Barbarroja y su canciller Rainaldo von Dassel, arzobispo de Colonia, para canonizar a Carlomagno, algo que se verifica en 1167 por el antipapa Pascual III, muerto un año después. La crónica del Pseudo Turpin inserta en el Calixtino no es ajena a este proyecto, es un encargo interesado que contribuye a la causa, a las pretensiones de los Staufen de asumir el legado del último gran emperador de Occidente y asegurar su continuidad bajo la nueva dinastía, bendecida por el cielo. Pero la temeraria ambición de Barbarroja contó con la oposición del papado, que luchó hasta el aniquilamiento de los Staufen y por supuesto no reconoció la canonización del rey carolingio.



En la base del nacimiento de movimientos heréticos occidentales como los cátaros, bogomilos, husitas, lolardos, aparece siempre la crítica a la Iglesia de Roma como estamento mundano, politizado y alejado del mensaje de Cristo. Pero ya desde Constantino, más bien la Iglesia fue absorbida por el poder, ocupada para el fin político, y en su tantas veces traumática Historia comprobamos la lucha de muchos de sus cabezas por alejarse de esta zarpa. El trabajo unificador de un germano, Carlomagno, tuvo claros seguidores en los restauradores de su idea imperial, como Otón I, Otón II y Otón III en la segunda mitad del s. X. Es la edad en la que aparecen las primeras referencias a la llegada de peregrinos europeos a Santiago, y en donde surge la labor del tan culto como posteriormente vilipendiado papa Silvestre II, a quien la leyenda llama el papa maldito, atribuyéndole un pacto con el diablo en tierras andalusís. Todo lo contrario, Silvestre II fue el apoyo de los emperadores para la búsqueda del sueño de un Imperio cristiano, en donde cobró una nueva dimensión la cruzada en tierras hispanas contra los árabes, y el apoyo al culto jacobeo emprendido por la corte leonesa y el obispo gallego san Rosendo, de sangre real. Trabajo destruido en principio con las campañas de Almanzor, que sin embargo sirvieron de acicate para el futuro esplendor de Compostela, la nuevamente compuesta. 

FOTOS- 1- Turgalicia 2-Unesco 3-Paxtv 4-ABC


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